Llega a los cines LA ESPÍA ROJA

Llega a los cines LA ESPÍA ROJA

 

La imagen de una anciana a la que se atribuía un pasado como espía de la KGB centró el fenómeno mediático de su detención. Los medios de comunicación llamaron a Norwood “la abuela espía”: En realidad, era una comunista convencida que vendió secretos nucleares a Stalin para que el bloque soviético contase con su propio poder disuasorio. Joan Stanley, a la que dan vida en la película Judi Dench y Sophie Cookson, es presentada, por el contrario, como una mujer que actúa movida por su conciencia pacifista y se hace espía, en buena medida, por amor. Trevor Nunn factura una de esas películas que tienen la corrección como norte y alma de moqueta de hotel inglés en crudo invierno. Su objetivo es reconfortar, no plantear preguntas, pero, eso sí, su corte y confección certifican la presencia de un buen sastre, de uno incapaz de darle una mala sorpresa a su clientela de toda la vida.

La espía roja de Trevor Nunn ambienta buena parte de su relato en los primeros compases de la Guerra Fría, partiendo de un personaje real, la funcionaria y espía Melita Norwood, convenientemente filtrado por la intermediación literaria de la novela Red Joan de Jennie Rooney. Melita Norwood se transforma así en Joan Stanley, personaje que es presentado en la primera escena como adorable anciana que será objeto de una espectacular detención en su pequeña casa con jardín. En el proceso de decante de la realidad histórica a la novela y, posteriormente, a la pantalla entran en juego cambios tan radicales como los que convirtieron Red Alert en farsa presidida por el Dr. Strangelove, pero esos cambios delatan que estamos en unos tiempos más mansos en los que lo amable cotiza más al alza que lo consecuente (o lo ideológico).

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