Basada en un increíble hecho real, un afroamericano ingresa al Ku Klux Klan en esta despiadada película.
El infiltrado del KkKlan, ganadora del Grand Prix en Cannes y nominada segura a varios Oscares, está basada en las memorias de Ron Stallworth (John David Washington), el primer agente de color en la policía de Colorado. Como nuevo miembro de las fuerzas policiales, Stallworth tomó como primera tarea el infiltrarse en las filas del Ku Klux Klan (sí: dije que es negro) usando como doble a un colega (Adam Driver), a quien, al mismo tiempo, ayuda infiltrándose en lo que parece ser un grupo subversivo encabezado por una belleza de altísima inteligencia y peinado afro (Laura Harrier).
Es 1978, las Panteras Negras enfrentan enemigos más hostiles que en Wakanda y el movimiento por los derechos civiles lucha por reagruparse. Al mismo tiempo, sacando partido del caos, la vieja guardia del Klan está reclutando nuevos miembros. Se necesita a alguien con el nervio de Spike Lee para resucitar estos fantasmas y hacer con ellos… una comedia para partir de risa. Como en la legendaria Haz lo correcto, o en Chi-Raq, Lee ofrece una agresiva terapia de tragicomedia, aplicando una capa de gags, humor corrosivo e ironía, para después revelar en un golpe maestro la oscuridad amarga de lo que, dos minutos antes, nos hacía reír.
Da tanto placer la visión de El infiltrado del KKKlan, que se le pueden permitir los salpicones de brocha gruesa que, de tanto en tanto, pega Spike Lee sobre el racismo.
Porque qué es esta película sino una comedia, una parodia, un homenaje a cierto cine de los ’70, la blackxplotation, un thriller, una historia de amor y una manifestación vociferante contra la desigualdad y, de nuevo, el racismo.
Pero lo más increíble es que lo que cuenta está basado en hechos reales.